Candela
de Juan de Val
«Tengo estrías, celulitis y una perra fea que se llama Chelo. Al principio era bonita, pero cuando creció se le ensanchó el culo. Lo mismo que me pasó a mí, salvando las distancias…».
Desde el principio Juan de Val hace que
queramos a Candela. De hecho, se hace corta la novela, queremos más
de ella, queremos saber aún más de su mundo. Lo maravilloso de
esta lectura es ser testigo de la metamorfosis de esta mujer, o mejor
dicho, de la apocalipsis, pues ella siempre ha estado ahí, solo que
la realidad solapaba todo su ser. Una vez que Candela se conoció a
sí misma, es entonces cuando puede de verdad disfrutar de la vida,
de mirarla de tú a tú. Y esto incluye al amor, claro. Sus
relaciones no habían sido satisfactorias, existía una especie de
acomodamiento a la realidad, sin pedir más. La nueva Candela vive,
experimenta y disfruta; a ella misma le gusta estar en su piel.
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