martes, 17 de marzo de 2020

Alicia

Alicia era hija única y, como tal, mantenía sobre su cabecita todas esas expectativas que habían puesto sobre ella su madre y su padre. Alicia tenía 7 años y acudía a múltiples actividades, pero allí, donde era feliz, era junto a su abuelo Marcos. Marcos no se lo había dicho a nadie, lo tomarían por loco, pero veía en Alicia esas inquietudes, curiosidades y actitudes que le recordaban a su propio padre… ¿Sería la pequeña Alicia la reencarnación del capitán don Andrés? Estaba claro que la genética había hecho bien su trabajo. Alicia disfrutaba de las historias que Marcos le contaba; de las maquetas que ambos construían en el taller del jardín; de las tardes de paseo junto al muelle; de las conversaciones con los viejos pescadores. Ella disfrutaba con las historias sobre mares lejanos, pueblos exóticos, peligros, tormentas,… Su cabecita bullía y muchas veces plasmaba este collage de fantasiosas historias que navegaban en su mundo en unos preciosos dibujos, los cuales colgaba Marcos en su taller… Y ahí siguen hoy, veinte años después. Alicia regresa, cuando puede, al viejo taller. Allí sigue trabajando en sus maquetas. El abuelo Marcos ya no está, ahora está Andrés, su hijo. Andrés también quiere oír historias fantásticas de lugares extraños. La genética ha hecho bien su trabajo. Andrés está muy orgulloso de su madre y así le dice a su compañeros: “ ¡Mi mamá es la mejor capitana de barcos!”.

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